TRASTORNO DEL SUEÑO

 TRASTORNO DEL SUEÑO

El sueño resulta la forma más completa de reposo, tanto para el cuerpo como para la mente, aunque con frecuencia se presenta dificultades para dormir, que alteran a quienes las padecen; sin embargo, rara vez son trastornos graves y pueden solucionarse con relativa facilidad.

La actividad diaria produce un cansancio físico y mental y, para recuperar las energías consumidas, es necesario dormir cierto número de horas cada día.

Cada persona necesita diferente cantidad de horas de sueño. La mayoría de los adultos duermen algo menos de ocho horas, en tanto que los ancianos necesitan menos horas. Los niños, hasta cumplir el primer año de vida, duermen unas 16 horas de cada 24; a partir de los 18 meses las pautas del sueño del niño varían, y hacia los tres años dejan de dormir después de las comidas y se despiertan más temprano.

LOS SUEÑOS

Se desconoce con exactitud qué origina los sueños, aunque según algunos estudios, si no se deja soñar a una persona durante varias noches, se muestra irritada, inquieta y no puede concentrarse ni realizar tareas cotidianas; después, cuando se le deja dormir con tranquilidad, sueña más, como si necesita recuperar los sueños perdidos.

La acción de soñar demuestra que la actividad mental continúa mientras se duerme, aunque luego no se tenga la conciencia de haber soñado o no se recuerde lo soñado.

Cada período de sueño tiene distintas fases, así durante la fase de movimiento rápido de los ojos, REM, llamada también paradójica, las ondas eléctricas cerebrales son más rápidas que en los períodos del sueño denominado ortodoxo.

La frecuencia cardíaca, la respiración y la presión arterial experimenta fluctuaciones rápidas durante el sueño paradójico; la mayoría de los músculos están relajados por completo, los reflejos están ausentes, los varones pueden experimentar erecciones y la sangre fluye con más rapidez en el cerebro y de manera más lenta en los músculos. En ese momento se producen los sueños. Durante la fase ortodoxa del sueño las ondas cerebrales son amplias y lentas, y aumenta el flujo sanguíneo hacia los músculos, facilitando la recuperación física.

RITMO DEL SUEÑO 

El organismo humano regula la alteración entre el sueño y la vigilia mediante una especie de reloj biológico, que indica la necesidad de un período de sueño diario.

Resulta difícil modificar el ritmo biológico del sueño, lo que puede comprobarse cuando una persona viaja a zonas del mundo en las que existe una diferencia horaria con respecto a la suya inicial.

Cuando una persona duerme, su cerebro puede ser estimulado por sensaciones físicas, como los cambios de temperatura o las sensaciones originadas por los sueños. Los sonidos y la luz son otros factores que también influyen en el sueño. Los sonidos monótonos, o los rítmicos y continuos, como el producido por las ruedas del tren o por la lluvia, o una temperatura templada, induce a la relajación y al sueño; por el contrario, una iluminación repentina, como el destello de un relámpago, puede interrumpir el descanso de una persona dormida.

Con respecto al descanso, debe tenerse en cuenta el consumo de ciertos medicamentos o drogas, ya que algunas sustancias químicas y fármacos, como las anfetaminas, dificultan el sueño, mientras que los somníferos o el alcohol, entre otros, producen somnolencia.

Durante el embarazo no debe ingerirse hipnóticos, tranquilizantes ni sedantes, porque pueden resultar perjudiciales para el feto.

INSOMNIO

Los adultos padecen insomnio con frecuencia, que puede manifestarse de diferentes maneras, ya sea como dificultad para conciliar el sueño o en las repetidas interrupciones de éste.

Como evitar el insomnio:

- Reducir el consumo de té, café y alcohol.

- Evitar cenar tarde y en exceso.

- Beber un vaso de leche por la noche o al anochecer, el  ambiente exterior ayudará al sosiego.

- Realizar ejercicios físicos durante el día, porque el sedentarismo es el peor hábito para inducir al sueño.

- Tomar un baño tonificante poco antes de acostarse.

- No pensar en el trabajo ni en los problemas al ir a dormir.

- Mantener relaciones sexuales satisfactorias.

- Asegurarse que el dormitorio tenga una temperatura agradable, de entre 18 y 20ºC.


Cuando una persona se encuentra inquieta y no puede dormir por la noche, le conviene levantarse y leer, mirar la televisión o realizar cualquier actividad antes que quedarse en la cama.

El insomnio está causado, en muchos casos, por las preocupaciones, la tensión y la depresión, aunque también pueden causarlo el dolor, un medio ambiente incómodo o desconocido, la necesidad de orinar con frecuencia y numerosas enfermedades y trastornos, como la disnea, el asma o una indigestión. Las consecuencias se padecen durante el día siguiente, ya que la falta de sueño conlleva la somnolencia, la falta de concentración y la irritabilidad.

Existen muchas formas de combatir el insomnio, que consiste en esencia en facilitar la relajación antes de acostarse en lograr un cansancio físico y las condiciones ambientales adecuadas para conseguir un sueño reparador.

Cualquier dificultad para dormir que persista durante más de dos semanas debe ser comunicada y consultada con el médico, para procurar identificar y tratar las posibles causas subyacentes.

Los somníferos y los tranquilizantes deben ser considerados como un último recurso para resolver el problema, ya que producen adicción y, si no se toman a dosis adecuadas, pueden ejercer un efecto residual  que ocasiones somnolencia durante la vigilia.

Sin embargo, existen situaciones de estrés y de tensión que requieren el uso de estos fármacos. Pero es importante administrarlos durante un corto período de tiempo, bajo prescripción médica y sin exceder las dosis indicadas.

EL SUEÑO DE LOS NIÑOS

En general, los niños duermen cuando tienen sueño y durante el tiempo que necesitan. Cuando son pequeños no pueden inhibir  el sueño ni despertarse de forma deliberada, ya que para ellos no existe el concepto del día ni de la noche.

Cuando un bebé se despierta por la noche es recomendable no acudir de inmediato a su lado ni tomarlo en brazos, ya que en la mayoría de los casos el niño vuelve a dormirse enseguida; sin embargo, si el llanto continúa puede ocurrir que el niño esté incómodo o se encuentre mal.

El hábito de que el niño duerme en la cama de los padres es muy difícil de abandonar, por lo que es aconsejable evitarlo.

Hacia el segundo año de vida es común que los niños sufran pesadillas y se despierten de forma brusca, gritando o llorando. En estos casos es importante tranquilizarlos antes de que vuelvan a dormirse.


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